El silencio del electorado costarricense

Una advertencia que no podemos ignorar

El pasado 6 de abril se celebró en Costa Rica la convención interna del Partido Liberación Nacional, un partido histórico que busca retomar el poder en 2026. Sin embargo, la participación mínima de la ciudadanía dejó en evidencia el profundo desencanto con la política tradicional. Este artículo reflexiona sobre las señales que el electorado costarricense está enviando, los desafíos del liderazgo político actual y la necesidad urgente de construir una alternativa democrática, progresista y auténtica para el país.

El pasado domingo 6 de abril, Costa Rica vivió un proceso electoral interno que, lejos de movilizar al país, evidenció el profundo desencanto de su ciudadanía. Se trató de la convención del Partido Liberación Nacional (PLN), una de las agrupaciones políticas históricas del país, que buscaba definir a su candidato presidencial para las elecciones de 2026. Sin embargo, la jornada dejó una imagen clara y preocupante: una participación ciudadana extremadamente baja que desnuda la falta de conexión entre la política tradicional y el electorado costarricense.

Apenas un 4% del padrón nacional acudió a las urnas. Si bien se trató de una elección interna, la cifra representa un fuerte contraste con las convocatorias del pasado y, sobre todo, una señal de alarma para el sistema democrático del país. La afluencia de electores bajó un 70% con respecto al mismo proceso electoral anterior. Lejos de ser una expresión de apatía simple, la abstención masiva del domingo constituye, en sí misma, una declaración política: la gente no quiere validar lo que percibe como un proceso amañado, poco transparente y alejado de las realidades.

¿Un candidato sin liderazgo?

Álvaro Ramos fue electo como el candidato presidencial del PLN. Lo conozco personalmente y sé que es una figura inteligente y con experiencia técnica. A su alrededor hay personas valiosas. Sin embargo, su elección no generó entusiasmo, ni movilización. Y eso no es solo culpa del contexto: es, también, una muestra de que su liderazgo dentro del liberacionismo es débil y, hasta ahora, insuficiente para convocar al país.

Ramos no lidera un movimiento político con fuerza propia, sino que parece ser un pasajero en una maquinaria partidaria que muchos consideran oxidada. Su incapacidad para entusiasmar a un electorado amplio refleja la desconexión profunda entre el PLN y la Costa Rica actual.

Una oposición que no le habla al país real

Diversos analistas y voces ciudadanas han señalado con preocupación cómo los discursos y estrategias electorales siguen centrados en las élites, en los liderazgos tradicionales, en los espacios urbanos organizados. Mientras tanto, gran parte de la población —los agricultores del país, las mujeres jefas de hogar, los jóvenes sin empleo, las comunidades fuera del Valle Central— se siente completamente ajena a estos procesos. Y es ahí donde figuras populistas como el actual presidente Rodrigo Chaves han encontrado eco: hablando directamente a esos sectores históricamente excluidos.

El riesgo es evidente: mientras los sectores democráticos siguen debatiendo candidaturas entre partidos, alejados del sentimiento del costarricense, el voto popular seguirá sintiéndose huérfano. El abstencionismo no es apatía: es rechazo, es decepción, es desesperanza. El ciudadano costarricense esta resentido. Está harto de esa política que se gesta desde la “supremacía intelectual”.

No más el "menos malo"

Como costarricense, me niego a aceptar que nuestra única opción sea escoger “al menos malo”. La democracia merece algo mejor. Merece una opción ética, progresista y verdaderamente conectada con las luchas cotidianas del pueblo. El PLN ha apostado, hasta ahora, por una estrategia de espaldas a la ciudadanía, buscando adhesiones en su voto duro que claramente disminuye año con año, por la ausencia de una visión país clara, ni un verdadero proceso de renovación.

Se habla de alianzas, de coaliciones. Pero si estas no están acompañadas de una agenda programática seria y representativa, no dejarán de ser acuerdos entre cúpulas. Las personas ya no votan por partidos, votan por causas, por liderazgos auténticos, por proyectos que reflejen su realidad. La alianza es el único camino para derrotar el chavismo en Costa Rica y este camino solo se puede recorrer con transparencia y honestidad. El proceso de elección del candidato en Liberación careció de eso y el domingo, el ciudadano se lo cobró al Partido.

Un camino aún posible

No todo está perdido. Las encuestas muestran que el apoyo al presidente Chaves no se traslada automáticamente a su eventual partido. Y aunque el PLN sigue siendo un actor relevante, su legitimidad está hoy más cuestionada que nunca. Existe una oportunidad —todavía vacante— de construir una opción democrática, progresista y popular que convoque desde la esperanza y no desde el miedo.

Pero esa opción no puede construirse en oficinas cerradas. Debe levantarse desde la base, desde los territorios, con humildad, con valentía y con escucha activa. Si no lo hacemos, si seguimos apostando a “la política de siempre”, es probable que volvamos a enfrentar una segunda ronda electoral entre un proyecto autoritario y una candidatura incapaz de entusiasmar.

Costa Rica, como muchos países latinoamericanos, atraviesa un momento decisivo. La democracia está siendo puesta a prueba, no solo por sus adversarios, sino también por quienes dicen defenderla y no logran renovarla. El silencio del electorado es un llamado. Ojalá sepamos escucharlo



Elliot Coen es consultor en comunicación política, con amplia experiencia en procesos electorales y campañas en América Latina. Actualmente trabaja en proyectos enfocados en la comunicación digital y participación ciudadana. En el 2024 gana el premio Reed Latino a la major campana electoral digital.


 

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