Por: Iñaki Fernández
En la última década, la consultoría política ha experimentado una transformación radical. Para todo estratega político, la investigación es la base para generar una estrategia de campaña que permita cumplir el objetivo principal: ganar la elección. Si antes las encuestas y los focus groups eran la base para entender al electorado, hoy la inteligencia artificial está cambiando las reglas del juego. Los algoritmos y el aprendizaje automatizado no solo permiten analizar grandes volúmenes de datos en tiempo real, sino que también ofrecen insights más precisos sobre las preferencias, preocupaciones y el comportamiento de los votantes.
La introducción de herramientas basadas en IA ha revolucionado cómo los consultores diseñan estas campañas políticas. Plataformas como Cambridge Analytica (en su momento) demostraron el poder de la segmentación hiperprecisa basada en datos recopilados de redes sociales. Aunque el caso generó polémica, marcó un punto de inflexión en la forma en que las campañas abordan a los votantes: ya no se trata solo de demografía básica, sino de psicografía y análisis conductual.
En América Latina, un ejemplo reciente es la campaña presidencial de Gustavo Petro en Colombia, que utilizó el análisis de datos para identificar temas prioritarios entre los votantes jóvenes en redes sociales. En nuestro país, ciertas campañas de Morena emplearon tecnologías impulsadas por IA para monitorear conversaciones en tiempo real y ajustar mensajes durante debates y eventos clave. Por otro lado, hay que voltear a ver lo que hacen en el país vecino del norte: en Estados Unidos, la campaña de reelección de Donald Trump implementó estrategias de microsegmentación para movilizar bases y segmentos prioritarios en estados clave como Florida y Pensilvania.
Una de las contribuciones más significativas de las nuevas herramientas de Inteligencia Artifical es la capacidad de personalizar mensajes políticos a escala masiva. Un algoritmo puede analizar las interacciones de un usuario en redes sociales, identificar sus temas de interés y generar mensajes específicos que resuenen con sus valores e inquietudes.
Por ejemplo, en Brasil, durante la contienda entre Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva en 2022, los equipos de campaña emplearon modelos de procesamiento del lenguaje natural para redactar mensajes diferenciados según la región del país. En Estados Unidos, la campaña de Joe Biden usó la IA para segmentar mensajes que destacaban temas como la salud pública en Michigan, mientras en Arizona se enfocaron en políticas migratorias.
Hoy podemos ver procesos automatizados por softwares que antes eran pensados e implementados por el pulso político de consultores y políticos.
Ahora bien, todo esto por supuesto que está ligado a ciertas controversias. La manipulación de datos y la creación de fake news (o los muy peligrosos deepfakes) plantean dilemas éticos importantes tanto para los políticos como para los consultores. Según un informe de The Brookings Institution, el uso no regulado de estas herramientas podría socavar la confianza en las instituciones democráticas. La enorme cantidad de videos, audios e imagenes manipuladas para generar fake news representan un riesgo para la democracia, la verdad y la libertad de expresión.
Desde mi punto de vista, la Inteligencia Artificial no reemplazará a los estrategas políticos pero sin duda, redefinirá nuestro rol. Los consultores debemos aprovechar la revolución tecnológica y saber interpretar los datos; utilizando las herramientas a nuestro alcance para crear estrategias, mensajes y narrativas que aprovechen al máximo las capacidades tecnológicas.
El impacto de la inteligencia artificial en la consultoría política es innegable. Desde la personalización de mensajes hasta la predicción de tendencias electorales, la IA está reconfigurando cómo se desarrollan las campañas. Recientemente escucha al gran Roy Campos decir que el futuro de las encuestas incorporará la IA y las redes sociales, negarse es quedarse en el pasado.
Con los grandes avances y los pasos agigantados también vienen grandes responsabilidades. Los consultores políticos tenemos la tarea de aprovechar estas herramientas de manera ética y efectiva, asegurando que las democracias no solo sean más modernas, sino también más transparentes.