Trump y el marketing de su arranque

 

Por: Jerry Jauregui

Donald Trump entiende algo fundamental sobre el poder: gobernar no es solo tomar decisiones, sino saber comunicarlas. Su forma de manejar la política es, en esencia, una estrategia de marketing bien ejecutada. No necesita discursos técnicos ni explicaciones complicadas; cada acción que toma está diseñada para generar impacto y quedarse en la mente de la gente. Su mensaje es claro, directo y fácil de recordar, lo que lo convierte en un líder que domina la narrativa.

El tema de los aranceles es un ejemplo perfecto. No es solo una política económica, sino una historia bien contada sobre independencia y fortaleza. La idea de que Estados Unidos debe producir más y depender menos del exterior no necesita gráficos ni análisis profundos. Es un mensaje simple y potente que resuena en la gente. Lo mismo ocurre con el Golfo de América: más que un cambio de nombre, es una estrategia de posicionamiento. Al rebautizar un espacio estratégico, refuerza una visión de control y liderazgo energético.

Su manejo de la Inteligencia Artificial sigue la misma lógica. Mientras otros gobiernos debaten sobre regulaciones, Trump se adelanta y pone el tema en la conversación política. Su estrategia no es reaccionar a la tecnología, sino liderar la narrativa sobre cómo debe usarse. Es una jugada que no solo proyecta autoridad, sino que le permite marcar el rumbo antes que nadie.

Cada una de estas acciones sigue un patrón claro: tomar un tema complejo, simplificarlo y convertirlo en una historia poderosa. Esto no es casualidad, es marketing político en su máxima expresión. Mientras otros gobiernos comunican desde la burocracia, Trump lo hace con una claridad que transforma cada decisión en un mensaje contundente.

Más allá de la política, su enfoque es una lección de comunicación efectiva. No basta con gobernar bien, hay que saber vender la visión de ese gobierno. Y en eso, Trump sigue siendo un maestro.

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