El Canal de Panamá: Nuestra Soberanía y la Desinformación Internacional

 


Por: Rebeca Edith González Smith 

Abogada / Consultora Política 

Soy panameña, y como todo aquel que nació en esta tierra, llevo en la sangre el orgullo y el sentido de pertenencia por el Canal de Panamá. No es solo una vía de comercio ni una infraestructura estratégica; es parte de nuestra historia, de nuestra identidad y de nuestro desarrollo como nación.

Desde niños nos enseñaron lo que significó la recuperación del canal, lo que costó y lo que simboliza. No fue un regalo ni una concesión; fue el resultado de décadas de lucha, negociación y sacrificio. Es un legado que Panamá ha sabido honrar con una gestión eficiente y transparente.

Por eso, cuando surgen declaraciones como las del presidente Donald Trump, insinuando que Estados Unidos debería recuperar el control del canal o asegurando que está bajo influencia china, no se trata solo de palabras. Son afirmaciones que generan ruido internacional y que pueden afectar la percepción sobre Panamá en el escenario global.

Panamá y el impacto de la desinformación

Panamá ha sido víctima de la desinformación en varias ocasiones, con consecuencias significativas para su reputación y economía. Un claro ejemplo fueron los Panama Papers, donde el nombre de nuestro país fue utilizado indiscriminadamente para referirse a un escándalo financiero global que involucraba a múltiples jurisdicciones. Aunque la realidad era que la mayoría de las sociedades offshore implicadas no pertenecían a panameños ni operaban exclusivamente desde nuestro país, la narrativa mediática nos colocó en el centro del escándalo, afectando gravemente nuestra imagen. Recientemente, un tribunal panameño absolvió a los 28 acusados en los casos de los Panama Papers y la Operación Lava Jato, al no encontrarse pruebas concluyentes que determinaran su responsabilidad penal. Este fallo pone en evidencia la falta de sustento en muchas de las acusaciones que afectaron la reputación del país y refuerza la importancia de un análisis objetivo antes de emitir juicios que puedan impactar su imagen a nivel global.

Este mismo fenómeno ocurre cuando se difunden noticias falsas sobre la administración del Canal de Panamá. La repetición de una fake news en medios internacionales, sin un análisis objetivo de los hechos, puede convertir una mentira en una aparente “realidad” para la opinión pública global. En la geopolítica, la percepción es tan importante como la realidad, y titulares en medios influyentes o declaraciones en mitines políticos pueden afectar la confianza de inversionistas, alterar relaciones diplomáticas e incluso justificar presiones económicas sobre un país pequeño como el nuestro, e incluso en la confianza de inversionistas y socios comerciales.

En el mundo actual, donde las noticias y las narrativas políticas se expanden rápidamente, un país pequeño como Panamá no está exento del impacto de la desinformación. Cuando figuras internacionales influyentes hacen afirmaciones sin fundamento, estas pueden generar dudas sobre la estabilidad y la soberanía de nuestras instituciones.

Sabemos que el Canal de Panamá es nuestro, que lo administramos con autonomía y que hemos demostrado nuestra capacidad de hacerlo con éxito. 

El peligro de la desinformación es que puede crear incertidumbre. Si se repite lo suficiente, algunos podrían empezar a creer que Panamá no tiene control total sobre su canal, aunque los hechos digan lo contrario. Y eso, a largo plazo, puede abrir la puerta a presiones externas por intereses politicos y geopoliticos.

El mito de la “influencia china” en el canal

Uno de los argumentos que más se repiten es que el Canal de Panamá está bajo “influencia china”. Analicemos la realidad:

1. China es un usuario del canal, pero no su dueño. Es cierto que muchos barcos chinos transitan por nuestra vía interoceánica. También es cierto que empresas chinas han invertido en Panamá. Pero eso no significa que tengan poder sobre la administración del canal, así como China tiene negocios en Panamá, también los tiene en Estados Unidos y en muchos otros países.

2. La ACP es panameña, dirigida por panameños y regulada por nuestras leyes. No hay injerencia extranjera en su operación. Las decisiones estratégicas son nuestras y solo nuestras.

3. El discurso sobre la “influencia china” podría utilizarse como una herramienta de presión política. En el contexto de la rivalidad entre Estados Unidos y China, existe la posibilidad de que esta narrativa sea empleada para justificar eventuales medidas de control sobre Panamá o para generar desconfianza en la gestión de nuestra infraestructura más importante.

El canal como símbolo de nuestra identidad

Más allá de los debates políticos y geopolíticos, el Canal de Panamá sigue siendo un símbolo de nuestra soberanía. Hemos demostrado que podemos manejarlo con eficiencia y que su administración sigue generando beneficios para el país y para el comercio mundial.

En un entorno global cada vez más complejo, donde la información se convierte en un arma política, es fundamental que Panamá siga proyectando con claridad su posición y defendiendo su narrativa con hechos. El canal no es solo un paso marítimo, es un emblema de nuestra capacidad y autonomía, y eso debe quedar claro tanto para nuestra gente como para la comunidad internacional.

En tiempos donde la desinformación puede afectar la percepción de un país, es responsabilidad de todos los panameños reforzar la verdad: El Canal de Panamá es nuestro y seguirá siéndolo. No por confrontación, sino porque así lo dicta la historia, los tratados y la gestión ejemplar que hemos mantenido desde el mediodía del 31 de diciembre 1999.

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