Claves de la comunicación política moderna. Parte 12

 

Por: @OrlandoGoncal

Es indudable que buena parte del mundo esta convulsionado. Guerras, conflictos políticos y sociales, crisis climática, avances tecnológicos sorprendentes que están cambiando el planeta y creando nuevas realidades, nuevas formas de comunicarnos, de hacer negocios, etcétera.

Pero, como si lo anterior no fuera suficiente, este cambio de era está trayendo nuevos liderazgos (y otros no tan nuevos) que están tomando el control político de ciertos países y que, sin dudas, sus acciones, polémicas por lo demás, van a generar más convulsiones y turbulencias políticas y sociales en sus respectivos países y en la región.

Quizás el más significativo en este momento es sin duda la presidencia de Donald Trump, cuyas acciones están generando polémicas, pero también hay otros dirigentes cuyos actos tendrán incidencia en esas naciones, y en la región.

Casos como el del presidente Nagib Bukele, en El Salvador; Javier Milei, en Argentina; Claudia Sheinbaum, en México, y sin dudas los dictadores Daniel Ortega en Nicaragua; y Nicolas Maduro en Venezuela, son también personajes que están dando de qué hablar, por sus estilos y formas de gobernar.

Indistintamente si fueron elegidos democráticamente o sencillamente han arrebatado el poder, indiferentemente si su estilo de liderazgo es democrático o autoritario, todos tiene un rasgo preponderante que los caracteriza, sus egos.

El ego, entendido como la percepción que una persona tiene de sí misma y su importancia, juega un papel crucial en la política. Los líderes políticos, al igual que cualquier individuo, poseen egos que pueden influir en sus decisiones y comportamientos. En el ámbito político, el ego puede manifestarse de diversas maneras, tanto positivas como negativas.

Ahora bien, un ego saludable, comedido y bajo control, puede impulsar a los líderes a buscar el bien común y a trabajar arduamente para lograr sus objetivos.

La confianza en sí mismos y en sus capacidades, puede motivarlos a tomar decisiones valientes y a enfrentar desafíos con determinación y coraje, logrando resultados no solo sorprendentes, sino que beneficien a sus electores. Además, un ego equilibrado puede ayudar a los líderes a mantener la calma y la compostura en situaciones de alta presión, lo que es esencial en la política.

Sin embargo, un ego desmedido, y aquí está el problema, puede tener consecuencias negativas tanto para el propio líder como para los ciudadanos. Los líderes con un ego inflado pueden volverse arrogantes y desconectados de la realidad, de las necesidades y preocupaciones de sus ciudadanos. 

Esto pueden llevarlos a tomar decisiones basadas en su propio interés y en la búsqueda de aumentar su poder y reconocimiento, en lugar de centrarse en el bienestar de la sociedad. Además, un ego excesivo puede llevar a conflictos y rivalidades innecesarias, tanto dentro de su propio partido, con otros líderes políticos de su propio país y sus actuaciones pueden generar enfrentamientos con líderes de otros países.

El ego también puede influir en la forma en que los líderes se comunican y se relacionan con los demás. Un líder con un ego fuerte puede ser carismático y persuasivo, lo que puede ser beneficioso para ganar apoyo y construir alianzas. Sin embargo, si el ego se convierte en narcisismo, puede resultar en una falta de empatía y en la incapacidad de aceptar críticas o reconocer errores, y es aquí donde reside el gran problema de este estilo de liderazgo.

En el afán de destacar, de diferenciarse, algunos líderes políticos asumen posiciones radicales, estridentes, con el único fin de exacerbar los ánimos y las emociones negativas de los ciudadanos en búsqueda de, por un lado, dividir la sociedad y, por otra parte, lograr cohesionar a un grupo de fanáticos que los respalden incondicionalmente.

Por lo tanto, si bien este estilo de liderazgo donde el ego predomina sobre las decisiones y acciones del líder puede generar respaldo de manera más o menos rápida, en el fondo, ese apoyo puede ser efímero, no es sólido y en el mediano y largo plazo termina por diluirse. 

En resumen, el ego es una fuerza poderosa en la política que puede tener tanto efectos positivos como negativos. La clave está en mantener un equilibrio, donde los líderes puedan aprovechar su confianza y determinación sin perder de vista las necesidades y el bienestar de sus ciudadanos.

Mantener el ego bajo control, estar con los pies sobre la tierra constantemente, entender que el universo no gira en torno a sí mismos, y que, aunque lideren una causa o un proyecto, el líder es solo una parte de todo un engranaje del cual él forma parte.

Igual que en la vida, en la comunicación política moderna, todo requiere de equilibrio, y nada puede ser más desequilibrante que un ego desmedido, así que atención con ello.


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