Por: @OrlandoGoncal
Estamos en una carrera contra el reloj, andamos de prisa, tratando de estirar el tiempo, intentando hacer múltiples cosas, todo con el objetivo de ser más eficientes y lograr mayores resultados, alimentando el ego olvidando al otro.
Ese ritmo frenético de la vida moderna obliga a quienes estamos en la consultoría política a ser más eficientes a la hora de crear mensajes esenciales para las campañas electorales, o para la comunicación de gobierno. Esto con el objeto de generar el impacto deseado al ser transmitidos.
En esa medida debemos prever que la mayoría de las personas usan, en promedio, 15 segundos para la visualización de una página web, puesto que el cerebro tarda 17 milisegundos en resolver si le gustó algo de lo observado. El ejemplo lo tenemos en Twitter, ahora X, que, con solo 280 caracteres permite el acceso a un método breve y eficiente de “informarse”.
En la vida moderna hemos pasado de ser lector a ser, sencillamente, un escanneador. Con lo cual, tanto las campañas electorales como los gobiernos, además de la brevedad deben tener un mensaje poderoso que atrape la emoción del ciudadano, permitiéndole, de manera fácil, internalizar el mensaje. De no ser así, se está, entonces, arrojando un cumulo de información que la mayoría no procesa.
Mark Twain, escritor, orador y humorista estadounidense (1835 – 1910) decía: “No tengo tiempo de escribirte una carta corta, por eso te he escrito una larga”, pues el ejercicio de ser breve no es una tarea fácil, requiere de una gran dosis de síntesis de lo que se quiere transmitir, con el reto adicional de además de ser breve, mas no superficial.
Cuando se compite con tantos distractores de la vida moderna, por ejemplo, según estadísticas, en promedio cada persona mira su celular 344 veces al día (+- cada 4 minutos), la enorme cantidad de contenido (divertido, liviano, emocionante) que hay en las redes sociales, más la publicidad aspiracional, buscando crear una conexión emocional con el segmento poblacional específico deseado, entonces hay que decir mucho, con mucho menos, para hacer más con menos.
Ahora bien, comunicar breve no significa que deba ser superficial, al contrario, debe ser profundo y trascendental, para que, además que el receptor entienda el mensaje, le impacte de manera importante, y que esto los movilice en la dirección que el emisor del mensaje desea.
Esto implica enfocarse en la audiencia, no en el ego propio, superando uno de los errores que usualmente se presenta en la comunicación de algunos líderes; pues cuando comunican tienden a ser ególatras, expresando, lo que ellos suponen que los demás querrían o deberían oír.
Por lo tanto, si se quiere tener éxito en la comunicación, bien sea electoral o gubernamental, hay que pensar a la inversa, es decir, hay que pensar en el receptor del mensaje, y desde la perspectiva de este, entonces construir un mensaje breve pero sustancioso.
Antoni Gutiérrez-Rubí, en su libro Breve elogio de la brevedad, arroja una visión optimista sobre la brevedad cuando dice: “Volvemos a los clásicos, sí. Amamos su brevedad, pero no por pereza intelectual o incapacidad. Amamos lo breve por su naturaleza de principio, de pilar, de fundamento. Porque necesitamos construir lo complejo desde lo básico. Porque necesitamos certezas, que son más valores que teorías. Buscamos el pensamiento breve, pero profundo, por su capacidad para iluminar (para abrirnos los ojos y la mente) en medio de las sombras, las incertidumbres o las dudas”.
Si extrapolamos lo anterior a la comunicación política moderna, hay un párrafo que es clave entenderlo en toda su dimensión, “…necesitamos construir lo complejo desde lo básico”. Así lo básico es la base de una construcción compleja del mensaje, pero que debe ser lo suficientemente digerible por el receptor, para lograr su respaldo.
Así que, despojarse de los egos y centrarse en el ciudadano, es una de las grandes claves de la comunicación política moderna.