200 horas de Trump: El arte de gobernar con ruido y espectáculo

 



Por Augusto Hernández

En sus primeras 200 horas como presidente de los Estados Unidos tras un retorno electoral que sorprendió a muchos y confirmó los temores de otros, Donald Trump ha puesto en marcha una maquinaria política y mediática que promete ser tan disruptiva como su primer mandato. Con un estilo característico que combina bravura, controversia y la capacidad de polarizar, Trump ha mostrado que su estrategia de gobierno no ha cambiado demasiado: decisiones rápidas, mensajes contundentes y una narrativa centrada en devolverle a Estados Unidos su "grandeza perdida". Sin embargo, ¿qué nos dicen estas 200 horas sobre lo que podríamos esperar en los próximos meses?

Un regreso en clave de caos controlado

El arranque de este nuevo periodo presidencial no fue menos impactante que su llegada al poder en 2017. En cuestión de días, Trump firmó más de 15 órdenes ejecutivas, desmantelando varias de las políticas implementadas por su sucesor, Joe Biden. Entre las medidas más destacadas se encuentran la reactivación del proyecto del muro fronterizo con México, la suspensión inmediata de ciertos programas de ayuda climática y la orden de revisión de acuerdos comerciales clave, como el T-MEC.

Aunque estas decisiones han sido celebradas por su base electoral como un acto de firmeza, también han generado una ola de críticas tanto a nivel interno como internacional. Organizaciones humanitarias han denunciado que la reanudación del muro es un golpe devastador para las comunidades migrantes, mientras que la retirada de compromisos climáticos ha encendido alarmas entre aliados europeos y organizaciones ambientales.

Trump: el mago de lo mediático

Donald Trump no solo gobierna desde el Despacho Oval; también lo hace desde el teatro político que domina con maestría. Su metodología puede resumirse en un equilibrio estratégico entre el "golpe y la caricia" y "la amenaza y el temor". Cada acción ejecutiva, cada tuit o declaración en sus ruidosos mitines está cuidadosamente diseñado para generar impacto, polarizar y mantener a sus detractores en vilo mientras sus seguidores se sienten validados.

Lo fascinante es que, incluso cuando no logra concretar sus objetivos, Trump logra que su parafernalia mediática haga sentir a las masas que se está actuando. Ejemplo de ello son las deportaciones recientes de migrantes colombianos, las cuales fueron presentadas como un acto de "protección del pueblo estadounidense". Aunque el número real de deportaciones es bajo en comparación con los primeros días de su primer mandato, el mensaje es claro: "Estoy haciendo algo".

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, calificó estas acciones como "una medida arbitraria que daña las relaciones bilaterales", pero la narrativa de Trump ya había capturado la atención de su base electoral, reforzando la percepción de un mandatario que defiende con agresividad los intereses de su país. La promesa de "mano dura" genera una sensación de acción constante, aunque los resultados sean más simbólicos que efectivos.

Deep Seck y el tablero internacional

Mientras tanto, las relaciones internacionales también están en tensión. La firma de un memorándum para la "seguridad del ciberespacio" ha desatado polémicas en torno a su implicación con el controvertido proyecto Deep Seck, una iniciativa tecnológica que combina vigilancia masiva y control de información bajo el pretexto de combatir amenazas digitales. Si bien algunos expertos destacan la necesidad de protegerse contra ciberataques, críticos advierten que este programa podría convertirse en un instrumento para consolidar el poder presidencial, limitar libertades individuales y escalar tensiones con China y Rusia.

En paralelo, Trump ha intensificado su retórica hacia China, calificándola como el "enemigo principal" de Estados Unidos. Este discurso, reforzado por el nuevo mandato de Deep Seck, ha generado suspicacias entre los aliados europeos, que temen quedar atrapados en una escalada tecnológica y comercial entre las dos potencias mundiales.

Un discurso que divide, pero moviliza

Si algo caracteriza a Trump es su habilidad para usar el discurso como un arma política. En un mitin celebrado apenas horas después de su toma de posesión, reiteró su compromiso de "limpiar el pantano" y atacar lo que él llama "la corrupción sistémica de Washington". Con un lenguaje cargado de referencias populistas, Trump se dirigió directamente a las preocupaciones de los votantes que lo llevaron nuevamente al poder: inseguridad económica, migración y el supuesto declive de la hegemonía estadounidense.

Esta retórica, sin embargo, no ha quedado exenta de consecuencias. En las primeras semanas de su mandato, las tensiones raciales y sociales han escalado a niveles preocupantes. Movimientos opositores han salido a las calles en varias ciudades, mientras que el Partido Demócrata se encuentra dividido entre quienes buscan confrontar directamente a Trump y quienes abogan por una estrategia más cautelosa.

Para irnos… el reto del equilibrio

Apenas comenzamos a entender el impacto de este nuevo capítulo en la presidencia de Donald Trump. Sus primeras 200 horas han sido un torbellino de acciones, retóricas y controversias que reflejan su estilo único de gobernar. Como un mago mediático, Trump ha demostrado su capacidad para convertir cada paso, por pequeño o simbólico que sea, en un acto con repercusiones amplias.

Sin embargo, lo que realmente definirá este mandato no será el espectáculo de las primeras semanas, sino la capacidad de Trump para equilibrar sus políticas nacionales e internacionales sin fracturar aún más al país ni aislar a Estados Unidos en el escenario global. Por ahora, las 200 horas iniciales confirman algo que todos sabíamos: con Donald Trump, el impacto nunca es opcional.


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