Por: @OrlandoGoncal
La comunicación política tiene como objetivo persuadir, informar e influir en las actitudes y acciones políticas de los ciudadanos.
Para ello hay que crear una narrativa que le dé contenido a la historia que se contará y que puede dar forma a ciertos hechos y repercutir en la comprensión de la realidad, haciendo que el elector no solo entienda con más claridad esa realidad, sino que además sienta identificación con quien hace el relato.
La narrativa a su vez es la base del mensaje central de cualquier campaña, y en un ejercicio de simplificación de esa narrativa, permite entonces crear el mensaje. Esta acción a su vez puede llevar a producir mensajes secundarios o complementarios, cuyo objetivo es conectar bien, con ciertos grupos poblacionales específicos (jóvenes, mujeres, adultos mayores, trabajadores, campesinos, etcétera) o para implantar un tema en particular en la discusión pública.
Esto a su vez permite entonces crear un eslogan que no es otra cosa que una frase breve y original que se utiliza para promover la identificación y memorización por parte del electorado de la propuesta o marca del partido o candidato, que busca resaltar el valor y la característica diferenciadora.
Ahora bien, todo el proceso anterior, no es posible si no se hace una investigación social profesional y profunda que permita escudriñar no solo lo que está en la mente de los electores, sino también en sus sentimientos y percepciones.
Así que si se graficara el proceso sería algo como triángulo, en cuya base esta el proceso de investigación, luego la escucha y el debate con los electores para validar los hallazgos de la investigación; el siguiente nivel traducir tanto los hallazgos de la investigación como de los debates en palabras de los propios electores; luego viene la construcción de la narrativa de la campaña o del candidato (a); y el siguiente nivel el desarrollo del mensaje central y secundarios; y ya como última fase el eslogan.
¿Por qué lo planteamos así?
Pues porque hay campañas que hacen el proceso, al contrario, es decir, construyen una narrativa con base en las ideas o propuestas que el candidato (a) o la campaña tienen para el ejercicio del poder, las cuales pueden ser valiosas y vitales para el país o la ciudad, pero no se preguntan si eso es lo que realmente quiere y desea el ciudadano, o si este le da la misma importancia que el candidato (a), y allí hay un error que puede costar el triunfo electoral.
Por ello los consultores políticos insistimos tanto en la necesidad del proceso de investigación social, pues de allí se construye la estrategia, la narrativa, el mensaje y el plan para implementar la estrategia y lograr los objetivos deseados.
¿Eso significa que lo que piense el candidato (a), las propuestas que estos tengan, no importan?
Al contrario, son supremamente importantes, pero hay que adaptarlas y priorizarlas a los intereses reales de los electores, traducirlas de tal manera que este, además de entenderlas, estos se apropien de ellas.
Además, en ocasiones, como ya se mencionó, si bien las ideas o propuestas del candidato (a) son valiosas y hasta trascendentes para el futuro de los ciudadanos, si estas no están alineadas con los intereses inmediatos del electorado, son consideradas por estos (si es que las llegaran a considerarlas) como poco importantes, pues no logran visualizar el impacto positivo que tendrán en sus vidas en el futuro.
Esto puede llegar a ser un proceso que genere cierta frustración en algunos candidatos (as) pues si bien pueden tener la razón en que sus propuestas son realmente importantes y que, además, serian lo correcto de ejecutar desde el poder, para poderlas realizar, primero deben ganar una elección y, para ello deben entonces estar en sintonía con los anhelos, deseos y querencias de los electores y, además, deben representar el escudo protector (y así deben percibirlos los electores) contra los miedos y angustias de estos.
Es un proceso complejo, que en ocasiones los candidatos y su círculo cercano se les dificulta entender, pero, de nueva vuelta, hacer el proceso, al contrario, aumenta exponencialmente la posibilidad del fracaso electoral.
Así que esta forma de comunicación, basada en la estrategia, implica desarrollar mensajes efectivos y persuasivos para captar la atención del público, transmitir un mensaje claro y persuasivo y movilizar al elector hacia una posición política particular.
Vivimos en un momento en donde la atención de la audiencia es un bien escaso, por ello, hay que tener mucha claridad en que no hay mejor herramienta para construir un mensaje potente que escuchar a los ciudadanos, y así se podrá crear un mensaje político simple y efectivo.