La comunicación política en la era del espectáculo

 
Por Roberto Rodríguez

Durante los últimos años, hemos visto cómo la comunicación política se ha transformando de la “propuesta” a la “puesta en escena”. Ya no es suficiente hablar de ideas o de soluciones a problemas complejos; ahora parece que todo depende de la imagen, el impacto y la capacidad para captar la atención en un mundo saturado de estímulos. 

Y es que estamos inmersos en una “civilización del espectáculo” –como alguna vez la describió Mario Vargas Llosa– en la que el entretenimiento se impone muchas veces sobre la profundidad. La política no escapa a esta tendencia: más que líderes, vemos en muchos casos personajes que buscan encajar en un papel, con gestos calculados y frases efectistas, casi como si estuvieran actuando para una audiencia que consume política como si fuera una serie o una película.

La comunicación política debería ser el puente que conecta a los ciudadanos con sus líderes y representantes, permitiéndoles comprender las decisiones que afectan sus vidas y participar en el debate público. Y en un contexto donde el entretenimiento ha ganado protagonismo, creo que es posible –y necesario– integrar las herramientas de esta era para comunicar de forma más efectiva. El reto es transformar el entretenimiento en un camino para capturar la atención y acercar el mensaje, sin perder la autenticidad y el contenido.

Hoy en día, un mensaje político elaborado puede llegar a ser efectivo si logra conectar rápidamente con los intereses y emociones del público. La clave no está en reducir la política a frases llamativas, sino en emplear esos recursos para captar el interés inicial y, a partir de ahí, desarrollar mensajes con profundidad.

La irrupción de las redes sociales ha abierto una puerta a esta transformación. Antes, un político solo podía dirigirse a sus votantes a través de un discurso en un mitin o en un debate televisivo. Hoy, cada publicación en Twitter, cada video en TikTok o cada imagen en Instagram es una oportunidad para conectar con la ciudadanía de forma inmediata. Los algoritmos premian lo que es breve y fácil de digerir, pero eso no implica que el mensaje deba ser vacío. Con creatividad y responsabilidad, es posible presentar ideas complejas de manera clara y concisa, permitiendo que todos los medios digitales y acciones públicas sean canales potentes de acceso a la información y no un obstáculo para ella.

En este nuevo contexto, podemos incorporar a la comunicación política diversas herramientas, capaces de llevar a más personas hacia un debate que antes les resultaba ajeno. Un político comprometido con la justicia social o la sostenibilidad puede aprovechar el poder de una buena narrativa visual, el simbolismo de una imagen y la capacidad de una frase inspiradora para acercar sus propuestas a un público más amplio. Es momento de usar el entretenimiento para enfatizar lo que realmente importa, para que el fondo no se pierda en la forma, sino que encuentre en ella un aliado.

Claro que esta oportunidad también implica riesgos. Cuando el objetivo es solo captar la atención y generar impacto rápido, el debate político puede volverse agresivo y polarizante. Por eso, quienes trabajamos en comunicación política debemos luchar por mantener un equilibrio entre captar el interés y fomentar el diálogo respetuoso y constructivo. Estas nuevas vías pueden ayudar a conectar con la gente, pero necesitamos asegurarnos de que ese vínculo sea significativo y no se diluya en ruido superficial.

Es cierto que la política, en esta era de entretenimiento, corre el riesgo de ser vista como un mero show. Pero también es verdad que tenemos la capacidad de usar estos recursos para acercar el mensaje a las personas, para hacer la política más accesible, atractiva y cercana. Con un enfoque responsable, podemos lograr que la comunicación política sea a la vez impactante y sustanciosa, sin perder su propósito fundamental de informar y construir un bien común.

En este sentido, el desafío para quienes estamos en la comunicación política es claro: debemos trabajar juntos en favor de apoyar a aquellos líderes con buenas ideas y un compromiso real con la sociedad. Deberíamos concentrarnos en ayudar a los buenos políticos a comunicar mensajes que inspiren y construyan, y evitar contribuir a quienes solo buscan disfrazar malas ideas bajo una apariencia atractiva. Porque, al final, esta nueva era de comunicación política no tiene que ser una simple pérdida de profundidad, sino una oportunidad para evolucionar y hacer que el mensaje llegue más lejos.

El desafío para quienes estamos en la comunicación política es claro: no solo debemos adaptarnos a los nuevos formatos, sino también integrar a personas que dominen el arte del entretenimiento con propósito. Necesitamos unir el conocimiento de la política y la comunicación con el instinto del espectáculo y el entretenimiento. Así, podremos trabajar juntos para apoyar a aquellos líderes con buenas ideas y un compromiso real con la sociedad. Deberíamos ayudar a los buenos políticos a comunicar mensajes que inspiren y construyan, y evitar ser cómplices de quienes solo buscan disfrazar malas ideas bajo una apariencia atractiva.

Al igual que dice la frase en inglés “ Trust your gut ‘. Hoy seguimos votando por esa emoción que viene desde lo más profundo, mucho mas allá de la razón, del análisis, incluso de un plan de gobierno detallado. Por eso, estamos obligados a adaptarnos a esta nueva “civilización del espectáculo”, Porque, como lo sostenía Darwin, en este contexto no gana el más fuerte, sino el que mejor y más rápido se adapta.



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