Por: @OrlandoGoncal
Así como hay dos clases de campañas electorales, hay dos clases de gobiernos, es decir, los que ya tuvieron una crisis o los que la tendrán.
En un mundo donde la constante es el cambio, los escenarios inesperados, la variación en la forma de pensar y actuar de ciertos actores políticos, traerá situaciones que pudieran desencadenar una crisis.
Una crisis es toda situación compleja y decisiva para la sobrevivencia de una campaña o un gobierno, y que afecta al público interno y externo.
Por ello la buena gestión de las crisis, es otra clave de la comunicación política moderna que se debe tener muy presente.
Como ya se mencionó, las crisis siempre se presentarán, gústenos o no, será inevitable en algún momento, razón suficiente para que cualquier equipo político o gobierno esté preparado con antelación para conjurarlas.
Para estar preparado es esencial el tiempo como factor determinante, puesto que, en la lentitud o tardanza en la respuesta a una crisis, mayor será el nivel de su intensidad de esta, con lo cual, solventarla tendrá un mayor costo político, reputacional y económico.
Las crisis generalmente tienen distintos niveles, necesitando monitoreo constante al contexto y a los distintos actores (políticos, económicos, sindicales, sociales, etcétera) permitiendo así detectar las señales que permitan la alerta temprana y con ello la posibilidad de aplicar soluciones oportunas.
La primera señal de gestación de una crisis, es la preocupación ante un hecho o situación particular. Si no se le presta atención y se trata de resolver esa alerta, esta sube de nivel y evoluciona a un problema. Si tampoco se ataca el problema de manera contundente, pues ya se está frente a una crisis.
Al ser la alerta una situación compleja, para la que no están preparados los equipos políticos, la tendencia inmediata es esperar; intentando ganar tiempo para estudiar lo que sucede; espacio propicio para que la situación se agrave, subiendo de nivel, pasando de crisis a situación de emergencia, y si tampoco se atiende ésta, la situación aumenta de nivel llegando al escándalo; haciéndose más complejo y costoso resolver la crisis que comenzó siendo apenas una preocupación.
Ahora, en estas circunstancias la comunicación es una de las herramientas más poderosas que se tienen para confrontar una crisis. De allí que hay tres preguntas básicas que se deben hacer ante esta situación.
¿Qué hacer y comunicar?, ¿Cuándo hacer y comunicar? y, ¿Cómo hacer y comunicar?
Lo ideal es tener respuestas a estas interrogantes con antelación, lo que implica contar con un comité de crisis que estudie, diseñe y debata sobre los posibles escenarios que se pudieran presentar y cómo estos pudieran afectar el desarrollo de la campaña o de la gestión de gobierno y, en consecuencia, cómo actuar, cómo comunicar, que canales usar para ello y sobre todo las responsabilidades de cada integrante del equipo.
Realizar el ejercicio anterior permitiría tener claridad desde la primera etapa de una posible crisis; es decir, desde la simple preocupación de cómo actuar, pues al tener los distintos escenarios estudiados, se podría estar preparado y prevenirla, bien sea anticipándose o abortando la crisis; lo que haría considerablemente menor el costo político, reputacional y económico.
Esta preparación también permitirá no caer en el falso dilema de ser reactivo o proactivo. Generalmente, la mayoría de los equipos políticos actúan reactivamente y ello significa que no tienen control sobre la narrativa que se impone, y las posibilidades de cambiarla a favor son mínimas, lo que a su vez genera pérdida de credibilidad ante la opinión pública.
Por el contrario, si se es proactivo, se puede, por un lado, minimizar los posibles daños, controlar la narrativa entorno a la crisis y, sobre todo, sufrir menos daño reputacional.
Esa diferencia entre reactivo y proactivo es entonces fundamental para, por un lado, no permitir que la crisis evolucione a una emergencia y menos a un escándalo, pues, siendo proactivo, se toman acciones encaminadas, no solo a enfrentar la crisis, sino a reducir el tiempo de duración de la misma, y fundamentalmente, a solucionarla con el menor costo posible.
Si los cambios son una constante, las crisis serán cada vez más frecuentes y serán parte del quehacer de la política, razón por la cual, hay que prepararse con antelación.
Las crisis no se resuelven con marketing o publicidad, se controlan y solucionan con hechos concretos, con responsabilidad, transparencia y sobre todo con la verdad.
Los ciudadanos aprecian la claridad y firmeza con la que los líderes afrontan las crisis.