Por: @OrlandoGoncal
Las campañas electorales, la gestión de los gobiernos, y en general el ejercicio del poder, se complejizan cada día, al igual que lo hace las sociedades. Por ello, tener claridad en que la comunicación política moderna ha evolucionado a la par con la sociedad, es fundamental para la consecución de los objetivos estratégicos que se planteen.
Si algo sucede en los procesos políticos es la negociación, bien sea en campaña o en gobierno. Es una herramienta primordial en la consecución de los objetivos, puesto que en política se negocia con las otras fuerzas políticas, se negocia con los distintos grupos de interés o de presión, con los ciudadanos, en fin, es un proceso normal en la actividad política.
La negociación es un esfuerzo de interacción orientado a generar beneficios para todas las partes. Es decir, buscar el famoso ganar - ganar, donde todas las partes se sientan satisfechas.
El proceso no debe centrarse en aplastar al adversario, pues si se usa ese enfoque, los resultados y acuerdos a los que allí se lleguen serán de corta duración, y el compromiso de las partes será débil, por lo que esos acuerdos rápidamente sucumbirán.
Para ser eficiente en los procesos de negociación hay que prepararse, estudiar el contexto, visualizando más allá de la contraparte, cerciorarse qué otros actores están en el juego o pudieran influir en el proceso de negociación, lo cual implica entonces entender qué intereses pudieran estar afectados en el proceso.
Esto lleva a pensar y dibujar los distintos escenarios posibles, las alternativas y opciones que pudieran presentarse para que la negociación llegue a un final positivo para las partes. Y esto se logra estudiando cada caso con criterios objetivos y pragmáticos, sin perder de vista la sensibilidad y la empatía.
El proceso de una negociación debe culminar en compromisos que además de satisfacer a las partes, sean cumplibles y realizables; pues caso contrario, como se dijo anteriormente, serán unos compromisos endebles que posiblemente en corto tiempo desaparecerán; con lo cual, no solo no se habrá avanzado en la búsqueda de una acuerdo satisfactorio y duradero, sino que se habrá desperdiciado esfuerzos, recursos y, sobre todo, tiempo, el cual no habrá manera de reponer.
Adicionalmente, en el mejor de los casos, se devolverá al punto inicial, pero, generalmente al frustrarse el proceso de negociación la situación pudiera retroceder más allá del punto inicial.
Es por ello que, en cualquier campaña electoral a la hora de desarrollar una estrategia hay que calcular con la mayor precisión posible, cuáles serán los efectos de cada acción y decisión, pues estas pueden tener repercusiones positivas en lo inmediato, pero, podrían ser negativas en el largo plazo, sobre todo, si hay que llegar definitivamente a un proceso de negociación.
Quien compite por un cargo de elección popular, debe tener claridad sobre lo que haga o deje de hacer; así como, lo que diga o deje de decir en campaña, pues pudiera tener repercusiones en su futuro como gobernante. Razón por lo cual, cada paso que ha de dar, cada acción a desarrollar debe responder no solo a los objetivos estratégicos planteados, sino que deben ir más allá, prever en el futuro cómo estas decisiones, o estas manifestaciones puedan o no incidir en los procesos de negociación.
No es una cosa menor la negociación, y a pesar de que está presente en el quehacer diario de la política, pareciera que pocas veces se está preparado para afrontar estos procesos con éxito, con lo cual, ante la complejidad del mundo moderno, no hay otra alternativa que prepararse para lo inevitable, negociar para triunfar.