Los latinoamericanos a este año somos más de 650 millones de personas. Seguimos creciendo como resultado de una mejora en la esperanza de vida y un descenso en los índices de mortalidad. La fecundidad por otra parte desciende, pero no a los ritmos de las otras variables lo que hace que sigamos aumentando en población. Se estima que alrededor del 2084 quizás empecemos a ser menos. Mientras tanto…
Los jóvenes siguen siendo muy importantes en la elección de nuestros gobernantes. Los jóvenes que según la OMS (Organización Mundial de la Salud) son quienes tienen entre 15 y 24 años hoy representan el 15,4% de la población. Todos ellos, ya nacidos en este siglo. Si adicionamos los menores de 35 años tendremos un grupo etario de electores que representa un tercio del total de la población latinoamericana.
A ese grupo poblacional algunos de los que hacen política lo maltratan, lo desprecian, lo minimizan o, en el mejor de los casos, no lo entienden.
Recurrentemente oigo como un mantra en publicistas, comunicadores y políticos tradicionales y en funcionarios de entidades electorales repetir: a los jóvenes no les interesa la política.
Falso. Nada más ajeno a la realidad. Si nos sumergimos en la plaza digital donde ellos, todos y todas, están, los podemos “escuchar” conversar de la falta de empleo y oportunidades, del cambio climático, de la pobreza, de la movilidad, de la educación, de la seguridad, de la paz, de la economía y, ¿No es eso política?
Por supuesto que sí. Esa es la verdadera política y están más interesados que cualquier otro grupo etario porque de las decisiones que se tomen en esos temas de interés depende mucho el futuro de ellos y sus descendientes. Para ellos, es más relevante que para los otros grupos etarios quienes “vamos de salida” de este mundo.
Lo que a esa población no le interesa es la política que siguen haciendo muchos: la política de las negociaciones bajo la mesa, la de trueque de puestos por favores, la de los ataques personales, la política que miente, que fabrica fake news para engañar al electorado. De esa política están hartos y huyen de ella, Lógicamente prefieren sumergirse en lo que entretiene ¿Quién no?
Prefieran estar viendo a quien le factura Shakira mientras en los congresos o las cámaras de nuestros países el “control político” es sinónimo de insultos, ataques personales, mentiras. Es comprensible ¿No creen?
Es que esa política que “a los jóvenes no les interesa” además les ha fallado. Les prometieron a sus padres quienes los eligieron por esas promesas que le darían oportunidades a sus hijos e hijas, que ellos serían más prósperos, más felices. Los padres, por nuestra parte, creyendo en esa promesa, les dijimos a nuestros hijos e hijas que se preparen para “conquistar” el mundo. Que todo lo que se proponen lo pueden lograr. Que las generaciones que les precedieron derramaron su sangre, literalmente, en guerras para traerles las conquistas que ellos necesitan para vivir mejor, para ser más felices.
La sociedad del siglo XXI como bien lo definió Byung Clul Han en “La sociedad del cansancio” es una sociedad de logros.
Donde además la tecnología, principalmente el internet y los teléfonos inteligentes, nos expusieron más como individuos al escrutinio público. La sociedad de la transparencia como también la llama el filósofo coreano “es un infierno”. Hoy el mundo sabe si lo logramos o no. Si somos exitosos o no.
En Latinoamérica la tasa de suicidios en jóvenes es la más alta del mundo. Mientras en otras latitudes baja en nuestra región sube. En Costa Rica, “el país más feliz del mundo”, la tasa de suicidios en jóvenes es una de la más alto. En Centroamérica solo nos supera Nicaragua.
Les hemos dicho a los jóvenes que ellos van a lograr todo lo que se propongan y, salen de las universidades, y se encuentra que no hay trabajo, buscan emprender y no encuentran verdaderos apoyos, se vinieron a la ciudad en busca de oportunidades y solo encuentran pobreza y algunos, tristemente hasta miseria. Les dijimos que el trabajo en el campo no era “digno” y abandonamos la tierra.
Muchos y sobre todo, muchas, que son jefas de hogar, no llegan a fin de mes. No encuentra sitios para cuidar a sus hijos mientras ellas trabajan para poner, dos tiempos de comida en la mesa para ellas y sus hijos.
¿Creen ustedes que a esas poblaciones que hoy sufren les interesa la política que les ha fallado? ¿Qué les ha engañado? ¿Qué hoy, no les da soluciones? La respuesta es obvia.
El gran desafío que tenemos quienes estamos en el oficio de la estrategia política es convencer a esos políticos tradicionales, a esos partidos históricos y a los tribunales electorales de nuestros países que, en lo que debemos enfocarnos es en satisfacer las necesidades básicas de la gente, en proteger y mejorar su nivel social y, cuidar la autoestima de la persona ciudadana.
De no hacerlo, la ciudadanía pierderá la confianza en el sistema democrático y en el Estado Social de Derecho. Ya perdieron la confianza en los políticos, en la prensa tradicional que les falló de igual manera.
No esperemos a que la crisis del sistema democrático irrumpa con la fuerza de un huracán incontrolable para empezar a buscar respuestas para esos ciudadanos, para esa población menor de 35 años que hoy sufre, que hoy “no se preocupa de los asuntos políticos” porque se ocupa de su metro cuadrado, responsablemente. Tienen que llegar al fin de mes, buscar la tranquilidad para los suyos y ellos mismos. En eso están ocupados.
Saldrán a votar, se ocuparán de la política electoral, porque si les interesa el futuro de sus países porque de ello, dependen ellos y su descendencia.
Su elección de voto no será la abstención, el enojo o el voto en contra en el tanto que la oferta sea la correcta.
No es usando los mismos colores y tonos de siempre que “interesaremos a los jóvenes en la política”. Hay que romper paradigmas, innovar, presentar soluciones, no promesas. Soluciones centradas en cuidar a la persona ciudadana garantizándole sus necesidades básicas, antes que nada. En una crisis social y económica cómo la que vivimos en la región hay que regresar a lo básico.
Lo primero que deben de hacer los políticos, los partidos y los responsables de cuidar los sistemas electorales de nuestros países es cambiar el discurso del desastre, del apocalipsis político.
Ese discurso solo refleja la soberbia de algunos de esos políticos, partidos e instituciones electorales que, en sus frustraciones electorales, acuden a instalar el pánico desde su arrogancia con un “yo sí sé, vamos hacia el desastre, se acerca el fin del mundo, el fin de la democracia”
Eso no es cierto. Lo que pasa es que no están entendiendo los tiempos actuales y, muchos menos, a nuestros jóvenes, quienes, sí están interesados en la política, en la digna, en la mejora el mundo en que vivimos.