Brasil
Han transcurrido casi dos años desde que Luiz Inácio Lula da Silva regresó a la presidencia de Brasil, y los inversores han visto con preocupación la evolución económica del país. Durante este tiempo, el real ha perdido valor, los rendimientos de la deuda pública han aumentado, y el mercado bursátil brasileño ha quedado rezagado en comparación con otros mercados emergentes.
Este desempeño contrasta significativamente con la primera etapa de Lula en el poder hace dos décadas, cuando, contra todo pronóstico, adoptó una política de austeridad fiscal que impulsó un auge en los mercados financieros del país. Durante sus primeros ocho años de mandato, el índice bursátil principal registró ganancias promedio anuales del 38% en dólares, convirtiendo a Lula en un favorito inesperado de Wall Street.
Sin embargo, el contexto global actual es muy distinto al de entonces. Los precios de las materias primas, que fueron clave para el crecimiento económico de Brasil en el pasado, ahora se mantienen estables en el mejor de los casos. Además, las tasas de interés en Estados Unidos y otras economías avanzadas han alcanzado niveles que no se veían en décadas, lo que ha desincentivado la inversión en mercados emergentes como Brasil.
El presidente Lula de 2024 parece no estar tan preocupado por esta nueva realidad económica, lo que ha generado inquietud entre los analistas y observadores. A diferencia del Lula de 2003, quien se esforzaba por demostrar que no era el derrochador que sus críticos temían, el Lula actual ha desestimado las demandas de recortes en el gasto público, permitiendo que el déficit presupuestario de Brasil se dispare hasta un alarmante 10% del Producto Interno Bruto (PIB). Este déficit es significativamente mayor que cualquier cifra registrada durante su primer mandato y uno de los más altos a nivel mundial, lo que ha ahuyentado a los inversores, quienes prefieren opciones más seguras con mayores rendimientos, como los bonos del Tesoro estadounidense.
El real brasileño ha caído un 11% frente al dólar, situándose como la moneda de peor desempeño entre las principales economías, y el índice bursátil Ibovespa ha perdido un 11% de su valor en dólares. Aunque los mercados han mostrado cierta recuperación en las últimas semanas, las pérdidas acumuladas siguen siendo considerables. Además, los rendimientos de los bonos de referencia con calificación fija han aumentado más de 1,9 puntos porcentuales.
A pesar de la situación, Lula ha minimizado las preocupaciones de los inversores, lo que podría tener consecuencias adversas a largo plazo. Al ignorar estas advertencias, corre el riesgo de agravar la salida de capitales, debilitar aún más la moneda y provocar un nuevo repunte de la inflación, que afectaría a todos los brasileños.
El Banco Central de Brasil ha advertido que si las perspectivas de inflación empeoran, podría verse obligado a aumentar nuevamente las tasas de interés, que ya están entre las más altas del mundo en un 10,5%. Esto podría agravar la situación de las empresas endeudadas y frenar el crecimiento económico.
A nivel global, el peso de Brasil en los mercados financieros ha disminuido drásticamente en comparación con los años de bonanza. La participación de Brasil en el índice MSCI de mercados emergentes ha caído a la mitad en las últimas dos décadas, y el país ha registrado un descenso en su participación en la producción económica mundial. Además, Brasil no ha tenido una sola oferta pública inicial (OPI) en los últimos tres años, lo que refleja la falta de dinamismo en sus mercados de capitales.
Sin embargo, algunos analistas aún ven con optimismo el futuro de Brasil, apuntando a una posible reducción de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, lo que podría estimular el retorno del capital a los mercados emergentes. No obstante, este optimismo está condicionado a que el gobierno de Lula adopte medidas fiscales más responsables.
Aunque Lula logró avances en su primer año de mandato, como la implementación de un nuevo límite de gasto y una reforma fiscal largamente esperada, las tensiones con el Banco Central y los cambios en los objetivos presupuestarios han minado la confianza de los mercados. La necesidad de políticas fiscales más estrictas es evidente para poder enfrentar los desafíos económicos actuales y asegurar un futuro más estable para Brasil.
En resumen, el gobierno de Lula enfrenta un panorama económico complejo, y su enfoque en el gasto público ha generado preocupación entre los inversores. El futuro de la economía brasileña dependerá en gran medida de las decisiones fiscales que se tomen en los próximos meses y de la capacidad del país para adaptarse a las cambiantes condiciones globales.
Fuente: Bloomberg