Argentina
Decidido, ahora sí, y al menos públicamente, a promocionar la candidatura presidencial de Patricia Bullrich después de los coqueteos con Javier Milei que el economista libertario se ocupó de sobrevalorar astutamente, Mauricio Macri empezó a mirar con mayor atención la otra campaña que lo desvela, no solo por su obsesión con el club, si no también por su rivalidad manifiesta con Juan Román Riquelme: la posibilidad, muy incierta por el momento, de recuperar Boca Juniors.
Macri nunca pudo soltar Boca. Fue la plataforma desde la que saltó a la política partidaria, la vidriera que lo popularizó y le allanó su proyecto presidencial, y el club desde el que tejió un sinfín de relaciones con el círculo rojo futbolístico y empresario, y hasta judicial: hay hinchas de Boca en todos lados y en todos los rubros.
El macrismo boquense y Riquelme estuvieron a punto de sellar un acuerdo para las elecciones del 2019. Estaba todo apalabrado, pero el ídolo pegó el portazo sobre el final y se pasó de bando: terminó aliado de Jorge Amor Ameal, el presidente formal de la institución, y Mario Pergolini hasta convertirse en el dueño de todas las decisiones de la institución. Hay una serie de versiones sobre esa ruptura en el final de la presidencia de Daniel “El tano” Angelici: todos coinciden en que Sergio Massa, de estrechísimo vínculo con Riquelme, jugó un papel protagónico.
Para ese momento, el ministro de Economía y Macri, después de flirtear políticamente durante un tiempo, ya eran enemigos íntimos. En las elecciones del club de este año, previstas para diciembre, una vez que ya se sepa quién será el próximo presidente -si Javier Milei, Patricia Bullrich o el propio Massa-, el ex presidente y el candidato de Unión por la Patria podrían volver a cruzarse. Esta vez, en Boca: fuentes xeneizes dejaron trascender que el funcionario aportaría un nombre para liderar la boleta del oficialismo boquense.
Macri, según fuentes cercanas, analiza cómo operar y cómo jugar. Ya bendijo a Andrés Ibarra, su ex ministro de Modernización, de su riñón, como el candidato a la presidencia del club. De viaje por Europa en estos días, se entrevistó, por ejemplo, con Pep Guardiola. Ibarra está muy activo. Los colaboradores juran que su figura se hizo más conocida en los últimos tiempos en el universo xeneize: eso, dicen, aparece en las encuestas. Francisco Quintana, presidente del Consejo de la Magistratura porteño, otro macrista con relaciones transversales, también está movedizo. Hay más dirigentes del PRO. Angelici ya habría comprometido su apoyo, desde las sombras: en la última cena de recaudación, en mayo, ocupó un obligado segundo plano.
Para el presidente de la fundación FIFA, que dominó Boca durante más de una década antes de desembarcar en la política porteña, volver al club se transformó en un objetivo delicado desde que Angelici perdió las elecciones en el 2019 con Christian Gribaudo como candidato y Riquelme desplegó un liderazgo soberbio: con un grupo muy cerrado de colaboradores y colegas, el famoso consejo del fútbol, maneja Boca desde el predio de Ezeiza. En las oficinas de la rivera, Amor Ameal pasó a cumplir funciones protocolares.
Fuente: Infobae