Por Elliot Coen
Me quedé sin carro un par de semanas por un problema mecánico que tuve. Desempolve la aplicación de Uber y seguí movilizándome, ya no por mis propios medios, sino con “chofer” ¡Qué maravilla!
Aproveche los traslado que tenía que hacer
para “investigar” sobre las plataformas digitales de movilidad que en mi Costa
Rica son ilegales.
Roberto, fue uno de mis primeros choferes.
Don Roberto, dígame ¿Usted porque anda ubereando? Le pregunte.
-
Mire, siguió, antes me pasaba
viendo tele o jocoteando a la doña y ahora, vea aquí estoy, entretenido,
conversando con usted y a fin de mes me quedan unos centavitos más para
ponerle un buen bistec o un pescadito al arroz y los frijoles. Si me canso me
voy para la casa y listo. No tengo que pedirle permiso a nadie. Entro y salgo
cuando quiero ¿En qué otro trabajo puedo escoger mí horario?
Me despedí de don Roberto como de un amigo
¿cómo no? si en esos 23 minutos que duró el viajes hablamos del presidente, de
fut y de la familia.
Terminada la reunión el celular y a pedir
otro carro. No habían pasado ni 5 minutos y ya iba con Rodney de regreso.
Rodney era joven, muy joven.
-
¿Le quito la música? ¿Le pongo
el Aire? ¿Quiere una botellita de agua? ¿Unos confites? Tengo chickles también,
me dijo.
-
Bueno, con Rodney voy en
primera clase. Pensé para mí. Seguidamente le pregunté:
-
¿Desde cuándo trabaja en esto?
-
Apenas el Ministro Salas nos
liberó yo me metí en esto.
-
¿Por qué? Le pregunte.
-
Yo estudio diseño publicitario
en la Veritas que me pagaba mi tata pero con la pandemia a él le bajaron el
salario a la mitad primero y después terminaron echándolo entonces, mi tata se
puso a manejar y un día le dije:
- Mi tata, cuando usted para yo sigo, y con este pichirilo nos la estamos jugando los dos. Así le echo un empujón al viejo y de ahí me regala algo para las birritas del fin de semana mientras termino la U y encuentro trabajo aunque dicen que no va a haber chamba ¿Usted cree?
Tenía un par de días encerrado en la casa haciendo teletrabajo hasta que tocó volver a salir. Decidí pedir un carro con la plataforma de Didi esta vez, como mercadólogo, la rigurosidad investigativa obligaba.
Igual de amigable la plataforma que la de
Uber, sino más. Seis minutos después de solicitar el viaje estaba el carro en
la puerta. Un buen carro, he de decir.
Me subí y esta vez mi chofer era mujer.
-
Buenos días me dijo.
-
Buenos días le contesté.
-
¿Lo llevo por la ruta que me
indique Waze o prefiere una ruta distinta?
-
Me es igual. Como usted
prefiera. Respondí.
Se hizo un gran silencio. Saqué mi celular
y me puse a vagar por whatapps. Al rato, me animé y le pregunté:
-
¿Cómo se metió en esto?
-
Por necesidad. Yo era
administradora de una boutique en Guadalupe. Bueno, la verdad es que era
la Soyla: soy la que vende, soy la que cobra,
soy la que limpia, soy la que abre y cierra. Soy la que hace todo. La dueña me
ayudaba en las mañanas que tenía a sus chiquillos en la escuela pero por la
tarde, desaparecida. Sus hijos eran su prioridad.
Respiro hondo y continuo:
-
La patrona tuvo que cerrar. La
golpeo fuerte la pandemia y yo me quede en la calle. Me dolió porque viera que
buena patrona tenía. Las dos lloramos cuando nos dependimos.
Volvió a respirar hondo.
-
Yo tengo un muchacho que está
en el Colegio Técnico y con el Tata de él no se puede contar así que los dos
vivimos de lo que yo haga. Una mujer como yo, ya mayorcita, le cuesta encontrar
trabajo. Una amiga que está en esto me digo que probara.
-
Imagínese que yo ni carro
tenía. Pero nunca le sobran ángeles a uno y un primo que tiene una venta de
usados me financio este ¿Esta bonito, verdad?
-
Y no quiero sonar mal
agradecida, pero la verdad, es que estoy mejor que antes.
-
Ya voy para dos años.
Fueron muchos los viajes que hice esas dos
semanas mientras me reparaban el carro. Les cuento estas tres historias porque
me marcaron especialmente. Sin embargo, con los otros choferes que me tocaron
encontré un denominador común: esto de las plataforma digitales es una salvada.
Se estima que en Costa Rica hay más de
40,000 personas auto-empleadas en uno u otra plataforma. No entiendo como esta
“bendición” sea ilegal.
Por supuesto que también me contaron de las
veces que les hicieron boletas, les quitaron las placas, las veces que las
vieron feo pero, siguen, porque entienden que es una buena forma de poner techo
en sus cabezas y alimento en sus mesas. ¿Lo entenderán los diputados que les
corresponderá legislar sobre el particular? Los de la administración pasada no
lo entendieron. Quizás esta sí.
Les aconsejo a los “padres de la patria”
que hagan las de Winston Churchill cuando lo presionaban los “sabios” de su
partido a firmar la paz con Hitler: tomar el metro para descubrir que los
trabajadores londinenses no se sentían bien representados por la élite de
Weitminster.
Para asombro de quienes viajaban en el vagón
del tren el Primer Ministro pregunto: ¿Debemos firmar la paz con Hitler? Un
rotundo “Nunca” se escuchó como respuesta.
La historia la conocen.
¿Tendrán
nuestra élite política la humildad de bajar de su castillo para preguntar al
ciudadano?
No lo creo.
Las redes sociales hoy nos dan la posibilidad de escuchar las preocupaciones de
los ciudadanos sin necesidad de coger el tren, el metro o Uber o Didi pero,
algunos, siguen creyendo al igual que los políticos de Weitminster, que lo que
ellos decidan es Santa Palabra.
Cuando hago un
barrido por las herramientas de escucha social que manejamos me sorprende el
divorcio que hay entre el ciudadano y sus representantes. El tema de la
movilidad que requiere formalizar a estas 40,000 personas es una preocupación
recurrente que es humano atender de inmediato.
Igualmente, el
ciudadano que se traslada en buses, está harto, con justa razón, de
“desperdiciar” 4 horas al día, cinco días a la semana, en un bus para ir a sus
trabajos.
Tiempo que
pudo “aprovechar” para un ingreso extra, para dedicarlo a sus hijos, su esposa,
sus amigos, para un emprendimiento o estudios. Cualquier cosa es mejor que
botarlos en un bus innecesariamente.
También
estamos los que tenemos la posibilidad de movernos en carro propio que
circulamos en la GAM a una velocidad promedio de 12 kms por hora cuando
ciudades congestionadas como Paris, New York o Roma circulan a 30 kms por hora.
En ciudad de México la velocidad es de 25 kms por hora. Aquí, somos lentos, muy
lentos. ¡Quemamos petróleo en presas como ningún otro país! ¡Cada 12 kilómetros
que recorremos desperdiciamos una hora de nuestras vidas!
El día que
nuestros políticos entiendan que es el ciudadano el que tiene que estar en el
centro de nuestro accionar dejarán de recibir tanto rechazo, meme, insulto. No
es por deporte que nos quejamos de quienes nos gobiernan. Es porque estamos
hartos de qué no sepan cuales son nuestros problemas y busquen atenderlos.
Tan simple, como
escuchar. El humor social es quien debe gobernar.